jueves, 26 de abril de 2012

Pretendiendo.


Justo cuando pensé que ya no me gustabas más. Justo cuando pensé que ya no estabas más en mi cabeza. Justo cuando me había acostumbrado a tenerte al lado mio y ser ignorado(a). Justo cuando pensé que, como tantas otras veces, sólo ibas a pasar por al lado mío sin saludarme.

Yo te ví, en el momento en que entraste al lugar. Una fuerza inconsciente me hizo darme vuelta en el preciso segundo en que bajabas las escaleras. Estábamos, como en esa inolvidable primera vez que te ví, en un recital. Como tantos otros, pero para mí no fue igual. Yo estaba, como siempre, rodeado(a) de amigos. Estábamos esperando que empiece a tocar la banda siguiente. Cuando vos llegaste, nosotros estábamos parados al lado de la feria de discos charlando, riendo. Yo te ví (aunque no quería hacerlo) mientras caminabas hacia donde estábamos nosotros. Y te acercabas más y más. En mi cabeza todo se veía como en cámara lenta. Así hasta que llegaste a donde yo estaba parado(a). Te paraste, me miraste y me dijiste: “Hola, todo bien?” y me saludaste con un beso en la mejilla. Odio como después de años de ignorarme, de hacer como si yo no existiera, como si lo que vivimos (que, si bien fue poco, se sintió mucho) no hubiera existido, como si ninguna de esas charlas (que nunca tuve la voluntad de borrar) hubieran existido; venís, te parás en frente mío y me saludás. Como si nada. Como si nos hubieramos saludado de la misma forma ayer, siempre. Como si estos años no hubieran pasado nunca. Como si fuera un sueño, una pesadilla mía, que ya terminó. Y yo te saludé, también, como si nada de eso hubiera pasado. “Todo bien, vos?”. Así, tan casual. Como te encanta pretender. Me dí cuenta que a mí también. Pretendamos que nunca me ignoraste. O mejor, pretendamos que nunca me gustaste. Que no me gustás más. Que si me decís “Hola” yo te voy a ignorar. Pretendamos.

1 comentario: