domingo, 25 de septiembre de 2011

Diccionario II

COMPATIBLE adj.
1   Que puede existir, ocurrir o hacerse al mismo tiempo que otra cosa o de manera conjunta: “escuchar música es compatible con estudiar”. | ⁠incompatible.

[kompa’tiβle]
1 que puede existir y/o interactuar de forma armónica con otra cosa
“No son compatibles como pareja”

Suzumiya Haruhi no Yūutsu

Alguna vez te has planteado lo insignificante que es tu vida? Yo lo he hecho, y es algo que nunca olvidare. Fue cuando era muy pequeña, fui con mi familia a ver un partido de béisbol al estadio; No es que me interesara mucho el béisbol, pero una vez que llegamos me sorprendí mucho. Miraras por donde miraras estaba lleno de gente. Había tanta gente que se asemejaban a granos de arroz. Se me paso por la cabeza que todo el país estaba en ese estadio, Asi que le pregunte a mi padre cuanta gente había en ese campo y me dijo que si estaba lleno habrían unas cincuenta mil personas. Cuando el partido termino, el camino a la estación estaba abarrotado de gente. El ver tanta gente me hizo sentir muy pequeña… tanta gente a mi alrededor y yo solo era una más. Una vez que llegue a casa, agarre una calculadora y trate de comprobarlo con una simple operación. En el colegio nos habían dicho que la población actual de Japón era de cien millones y algo… Dividí eso por cincuenta mil, y me di cuenta de que toda esa gente era solo unas dos milésimas partes… Y me sentí más pequeña aun. No solo era una minúscula parte en el mar de gente que había en ese estadio, si no que ese mar de gente era solo una gota en el océano. Yo pensaba por aquel entonces… que era una persona especial. Adoraba estar con mi familia, y pensaba que en mi clase estaba la gente más interesante del mundo… Pero me di cuenta de que no era así. Las cosas que habían pasado en lo que yo pensaba que era la mejor clase del mundo, seguramente ocurrían en cualquier otro colegio… cualquier persona las vería como algo normal. Cuando acepte eso, las cosas a mi alrededor empezaron a perder su color… las cosas que me parecían únicas pasaron a ser completamente aburridas. Y pensé que si había tanta gente en el mundo, de seguro alguien ahí afuera está viviendo una vida interesante y fuera de lo normal. Estaba segura de eso. Entonces me pregunte… ¿Por qué no era yo esa persona? Eso es todo lo que había en mi cabeza. Entonces pensé: “No va a pasar nada divertido si te quedas esperando a que pase”… así que en la secundaria decidí cambiar de actitud; estaba decidida a mostrarle al mundo que no estaba dispuesta a esperar que las cosas simplemente vinieran a mí… pero al final, sin darme cuenta, ya estoy en el último año del instituto, y sigue sin pasar nada.

Reflexiones.

A veces me cuesta creer cómo fue que llegue hasta acá. Cómo fue que dejé que la presión y lo que, se supone, es lo correcto me trajeron hasta acá, hasta este preciso instante en el que me pregunto ¿porqué?
Nunca fui una persona que se dejara llevar. Me da miedo dejarme llevar y generalmente ese miedo me paraliza hasta tal punto que no logro seguir. Sea cual sea la situación, me paro. Termino, sin haber terminado. Otra vez.
Si bien me considero una persona inteligente, no gracias a mérito propio (sino más bien a cierta capacidad de recordar), en varios aspectos de la vida soy tonta. Soy tonta por que me dejo llevar. Me dejo llevar por que el miedo a no ser feliz es mayor al miedo a dejarse llevar.
A veces extraño el entumecimiento. El no sentir.

Es difícil y no sé si lo puedo hacer.

Luna

La luna había contemplado la Tierra de cerca durante más tiempo que nadie. Tal vez hubiera sido testigo de todos los fenómenos acaecidos en la Tierra, de todos los actos cometidos en ella. Sin embargo, permanecía en silencio, no los contaba. Contaba con un voluminoso pasado, fría y certeramente. En ella no había aire ni viento. Su vacío era idóneo para conservar intactos los recuerdos. Nadie podía abrir el corazón de la Luna. Aomame alzó la copa hacia ella.
-¿Has dormido abrazada a alguien últimamente? -le preguntó Aomame.
La Luna no respondió.
-¿Tienes amigos? -preguntó Aomame.
La Luna no respondió.
-¿No te cansa vivir siempre así de impasible?

La Luna no respondió.

JLB

“Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma.”

Disparen, apunten. Fuego.

Una vez, hace no tanto tiempo (aunque parecieran haber pasado años desde ese entonces), escribí sobre la acción de “aceptar el hecho de sangrar”. Y hoy, al recordar ese momento, pienso en la cantidad de cosas que pasaron. Pienso en la forma en que todas esas cosas que pasaron (y me marcaron, cada una a su manera) cambiaron mi forma de ser, de pensar. Y, honestamente, no sé qué clase de persona sería sin que hubiera pasado todo eso.
Y si bien hoy ya no soy la misma persona que escribió eso, sigue siendo igualmente difícil aceptar las cosas difíciles de desentrañar, aceptar el hecho de sangrar.

Disparar y sangrar.

"Pienso, luego existo".

Desde muy pequeña siempre odié la ignorancia. No solamente en el sentido de ignorancia educativa, sino más alla. Un odio puro hacia la ignorancia sobre lo que pasó, lo que está pasando y lo que va a pasar. Hacia no saber. Es por eso que tengo una necesidad tan grande de buscarle una razón a todo. Por qué, por qué, por qué.
Siempre fui una persona racional (muchos dirán insensible, quizás). Últimamente son más las veces que necesito saber qué es lo que pasa. Sobre todom qué es lo que pasa con vos. Yo necesito que me cuentes todo o que pasa, para así saber…¿saber qué? Saber, simplemente eso. Creo que el problema es que vos sos parecido a mí (creo que por eso estamos juntos, ¿no?). Vo no querés hablar, y yo tampoco. Vos querés que hable, pero no puedo. Para hablar, necesito saber sobre qué. Pero vos no hablas. Y yo tampoco.
Ya lo dijo Descartes: “je pense, donc je suis”.
Pensemos, para después ser.

Realidad

¿Nunca te despertaste con la extraña sensación de estar al revéz? ¿De que, lo que estabas soñando segundos atrás, no era en realidad un sueño?
Odio esa sensación de desconcierto con la realidad.

crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

“Adiós. Rezo para que exista algo que te proteja para siempre.”
Cerré los ojos e intenté dormir. No conseguí conciliar el sueño hasta mucho más tarde. Y me sumergí silenciosamente en un sueño efímero, lejos de todo y de todos.

La noche

Vos no sabés. No sabés el miedo que me dá todo esto. Y yo sé que me vas a decir que sea valiente, que yo puedo hacerlo, que todo va a estar bien. Pero la verdad es que no quiero ser valiente. No quiero arriesgarme a perderlo todo. Yo no sé jugar así. Así que no lo digas, por favor. No digas nada, simplemente nada. Y sigamos como si esa noche no hubiera pasado nunca. Dejemosla atrás, como a nuestros sueños. Como a mis esperanzas.

Esperame.

“¿Estoy enamorado? -Sí, porque espero”. El otro, él, no espera nunca. A veces, quiero jugar al que no espera; intento ocuparme de otras cosas, de llegar con retraso; pero siempre pierdo ese juego: cualquier cosa que haga, me encuentro ocioso, exacto, es decir, adelantado. La identidad fatal del enamorado no es otra más que ésta: yo soy la que espera.

Peter Pan




"Nunca digas adiós,
porque decir adiós
significa irse
e irse significa olvidarse."

halfaperson



and if you have five seconds to spare,
then I’ll tell you the story of my life.

miau

Ambigüedad II.


Todo lo que el fue en aquel entonces, todo lo que es ahora, sus gestos, todo lo que recuerdo pero no expresaré con palabras, o que no podré expresar con palabras nunca más, palabras perfectas que de algún modo se vuelven imperfectas cuando las uso para describirlo, a él y a todo lo relacionado con él que debería permanecer sin decirse, todo eso escapa de la razón. Lo sé. Pero esa enigmática calma que hermana a las personas cuando nos rige la razón no es algo que me pueda consolar, la verdad, al menos después de conocerlo.
Es como el olor de las tostadas quemadas. Uno ha preparado la tostada. La ha deseado. Incluso ha disfrutado al hacerla, pero está quemada. ¿Qué ha sucedido? ¿Cuál ha sido tu error? Ya no importa. Abres la ventana, pero sólo se va el olor más penetrante; el resto queda a tu alrededor. Ha impregnado las paredes. Sales de la habitación pero permanece en tu ropa. Te cambias pero está en tu cabello. Está en la piel del dorso de tus manos. Y a la mañana siguiente, todavía sigue ahí.

Diccionario

ABISMARSE. Ataque de anonadamiento que se apodera del sujeto amoroso, por desesperación o plenitud.
1. Herida o felicidad, me dan a veces ganas de abismarme.
Esta mañana (en el campo), el día es gris y benigno. Sufro (por no sé qué incidente). Una idea de suicidio se presenta, limpia de todo resentimiento(ningún chantaje a nadie); es una idea insulsa; no rompe nada (no “quiebra” nada), se adapta al color (al silencio, al abandono) de esta mañana.
Otro día, bajo la lluvia, esperamos el barco a orillas de un lago; de felicidad, esta vez, el mismo ataque de anonadamiento me domina. Así, a veces, la desdicha o la alegría caen sobre mí sin que sobrevenga ningún tumulto: tampoco ningún pensamiento acariciado, probado, tanteado (como se tantea el agua con el pie) puede regresar. No tiene nada de solemne.
Esto es, muy precisamente, la dulzura.

sputnik

-¿No me odias?
-¿Y por qué habría de odiarte?
-No lo sé. Tengo la impresión de que no te volveré a ver jamás. Por eso te lo pregunto.
-Claro que no te odio.
-Pero, en el futuro, vete a saber, ¿no es así?
-Yo no odio de ese modo a la gente.
-Eso seguro es porque no esperas nada de nadie-dijo. Sus ojos eran profundos y límpidos como las tinieblas del anochecer en que nos habíamos conocido-. No es mi caso. Pero tú a mí me gustas. Mucho.

amor amor amor

Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo.

El barbero ya no hace agujeros.


Después del sueño tomé una determinación crucial. Por fin la punta de mi -a su manera- diligente pico ha empezado a golpear sobre roca sólida. ¡Crac! Le mostraré con claridad cuáles son mis deseos. No puedo continuar así, colgada toda la vida. No puedo ser como un tímido barbero que abre un agujero en el patio trasero de su casa y se asoma a su interior para confesar en secreto a quien ama. Si esta situación se prolonga, yo me iré perdiendo poco a poco. Todos los amaneceres y todos los atardeceres irán arrancándome un pedazo tras otro. Dentro de poco, mi existencia se habrá diluido en la corriente y yo me habré convertido en “nada”.
Las cosas son tan claras como el cristal de cuarzo. El cristal. El cristal.
Quiero abrazarlo, quiero que me abrace. Yo ya he entregado todo cuanto me importaba. Ya no quiero darles nada más. Aún no es demasiado tarde. Debo penetrar en su interior. Y que él penetre en mi interior. Como dos voraces y aterciopeladas serpientes.
¿Y qué haré si él no me acepta?
En ese caso, tendré que aceptar las cosas como vengan.
-Es que, cuando te disparan, sangras.
Debe correr la sangre. Debo afilar mi cuchillo y degollar un perro en alguna parte.
¿Verdad que sí? Pues sí.
Estas líneas son un mensaje que me mando a mí misma. Parecen un bumerán. Cuando lo arrojo, rasga las tinieblas en la lejanía, asusta la pequeña alma de algún desdichado canguro y, pronto, vuelve a mi mano. Pero el bumerán que retorna no es el mismo bumerán que yo he arrojado. Lo sé. Bumerán, bumerán.

Una pregunta.


¿Qué debe hacer, entonces, una persona para evitar el choque (¡badabum!) si no piensa en serio (tumbada en el prado, contemplando plácidamente las blancas nubes del cielo, escuchando el rumor de la hierba al crecer)? ¿Es difícil? No, ¡qué va! Expresado con pura lógica es sencillo. C’est simple. Lo que se debe hacer es soñar. Entrar en el mundo de los sueños y no salir de él. Vivir allí eternamente.
En los sueños no es preciso hacer distinciones. No lo es en absoluto. En primer lugar, en los sueños no existen fronteras. Y, por lo tanto, apenas hay colisiones. Y, aunque las hubiera, no dolería. La realidad muerde. La realidad. LA  R E AL I DAD.
Hace tiempo, cuando se estrenó Grupo salvaje, de Sam Peckinpah, en la rueda de prensa una periodista alzó la mano y preguntó en tono inquisitivo: “¿Qué necesidad creen que hay de mostrar tanta sangre?”. Ernest Borgnine, uno de los actores, respondió con aire perplejo: “Pero, señora, es que, cuando te disparan, sangras”. La película se filmó en plena época de la guera del Vietnam.
Me gusta esta frase. Posiblemente sea uno de los principios básicos de la realidad. Aceptar las cosas difíciles de desentrañar, aceptar el hecho de sangrar. Disparar y sangrar.


Es que, cuando te disparan, sangras.

Monstruo.

¿A qué , a qué
este deshacerme, este desangrarme,
este desplumarme, este desequilibrarme
si mi realidad retrocede
como empujada por una ametralladora
y de pronto se lanza a correr,
aunque igual la alcanzan,
hasta que cae a mis pies como un ave muerta?
Quisiera hablar de la vida .
Pues esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados , este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
“¿es que yo soy? ¿ verdad que sí ?
¿no es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?”.

Ambigüedad.

No habría servido de nada encontrarlo, pero debe de haber sentido la necesidad de leerlo otra vez. Sin el papel del mensaje, debe de haberse preguntado si lo ha soñado. Imagínatelo. Deja de caminar y comienza a correr nerviosamente. ¿Lo vez? Aún sigue tratando de negar lo que esta sucediendo. Se afloja la corbata y luego corre como un desesperado, horrorizado. Nada puede haberlo preparado para esto.